domingo, 2 de junio de 2013

La milonga del marinero y el capitán

14/80

Era preciosa o ¿era la oscuridad?
Era rubia y aunque Ernest M. H. no siente mucha atracción por las rubias decidió ir hacia donde estaba.
Era preciosa o ¿era el alcohol?, pero a diferencia de otras ocasiones en que la duda le ganaba, esta vez fue por ella.
-Hola, ¿Bailas?
Tomándola del brazo y con una sonrisa de tequila y vodka caminaron a la orilla.
La música era precisa, bailable, fuera de lo común: milonguitas y cumbias villeras.
Directo al grano.
Entraron donde la masa se mueve, donde el sudor brinca, donde las caricias desbordan.
-¿Cómo te llamas?
-No hablo espagnol.
-Hey, really do you speak english?
Como haciéndose el canchero, el dominante, el habilidoso, el quimboso. Y no es que no lo fuera, sino que era un parte suya que rara vez salía a flote.
¿Y cómo iba a salir a flote ese lado suyo en las bibliotecas donde pasaba el 80% de sus ratos libres?
-Je parle français. Je suis canadienne.
-What the fuck? Je parle français aussi, c'est le premier fois que je parle avec une fille en cette langue!!!
Risas, conexión. Como si eso fuera posible de hacerse en una discoteca al borde del mar. Como si eso fuera lo que realmente les importaba a ambos.
-Mais tu me comprends, non?
-Oui, bien sûr!
Bailaban, y se movían y se pegaban y los observaban.
Una mujer así de bella no pasa desapercibida, menos con esa falda de gitana.
Único y loco,sui géneris realmente.
Se movían muy bien. Como para hacer que cualquiera pierda  el juicio. Como para tomarles una foto y colocarla en un cuadro de honor al mérito.
De pronto una mano áspera sobre el hombro de Ernest.
Presión.
En toda historia siempre hay un dueño por cada mujer. No importa si están peleados, no importa si ya no viven juntos, no importa si él ya no la llama, no importa si ella lo engañó, no importa si él fue quien la engañó, no importa si ahora convive con alguien más, no importa si alguno ganó el premio Nobel, no importa si se metió a un convento, no importa si se acostó con el cura, no importa si quemó sus peluches, no importa si sólo lo recuerda con luna llena o en su cumpleaños, no importa si olvidó su sencillo número de celular: Toda mujer tiene un dueño.
Y apareció el dueño: No para hablar, sino para agredir.
¿Quién se va a poner a pelear con semejante mole que estaba al frente reclamándole por bailar con su novia?
Alcohol. El mejor inyector de conductas estúpidas y falta de reflexión. El mejor catalizador de besos.
-Espera primo! Tranquilo! Take it easy! Espera un poco!!!
Era alto, de contextura gruesa y moldeada con varias horas de gimnasio y sustancias que sólo ahí distribuyen. Ernest lo único que deseaba es que el sujeto frente a él aún no estuviera tan borracho o al menos que no fuera tan idiota como para golpearlo sin hablar primero. Era obvio que en una pelea, lo iban a tener que despegar del suelo. Pensaba en patearle debajo del vientre y salir disparado como un relámpago, pero eso implicaba escándalo.
Ernest detestaba el escándalo, lo detestaba desde el colegio, desde el nido, desde el vientre.
-Why the fuck are you arguing with me if I didn't force her to dance with me? Explain me that! Me entiendes? 
Mientras el gigante se acercaba y él retrocedía, los VIP's alertaban el impase.
-Tranquilo viejo, si quisiera hacer algo malo lo habría hecho hace 3 minutos. ¿Piensas hacer más escándalo, irnos afuera y perderte esta canción?
Una cumbia de nectar. Precisa, perfecta, unas notas y unas melodías salvadoras. Gloriosas y salvadoras, como cantadas por Elvis.
-¿Te perderás esta canción carajo?
Sonrisa pícara de bebé. La única oportunidad.
¿Cómo confrontas a un gigante? Fácil, no lo confrontas, lo haces sonreír
 Ernest lo sabía bien, no por nada había presenciado una docena de talleres de psicología sin que si quiera su mejor amigo lo supiera.
La mole lo miró aún con el ceño fruncido, pero con una mueca en la parte baja de los labios
Esperanzas de una risa.
Los VIP's cada vez más cerca.
-Ven a la barra Abbie.
Enérgico pero sin gritar, mirándola fijo y girando despacio en dirección al centro de la barra repleta de mirones.
La exuberante rubia tomó la mano hirviendo de Ernest. Por detrás, por la espalda, por donde no se veía.
Bajó. Se la apretó. Lo tomó de la cintura y en menos de 1 segundo bajó lentamente hasta por debajo inclusive de sus bolsillos traseros. Como una caricia sutil de 1 segundo que duró una eternidad.
Al oído le dijo
-Ne te inquiete pas. Je suis en..
El golem viró la mirada en dirección de la escena.
-Merci petit.
Un breve beso en la media luna.
-Esto lo tengo que escribir.
Pensaba mientras volvía con sus compañeros de embarcación que atentos miraban desde el otro extremo del ambiente.



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