domingo, 28 de abril de 2013

No son horas

65/80

Salir de una emergencia te cambia la perspectiva.
Sentirte completamente solo, verte al espejo y no reconocerte.
Asustado, débil, cortes al costado, morados y rojos sangre.
¿Enfermeras coquetas? Da igual. Yo no pago, paga la EPS.
No poder moverte. No poder hablar sin sentir dolor.
Escribir en la mente y no poder soltarlo.
Vienen a visitarte 2 o 3 personas al día, y cuando no viene nadie es triste.
Comienzas a recordar personas y las discriminas en "mejor que no sabe nada" y "me gustaría que sepa y esté aquí".
Duele respirar, pero quieres seguir intentándolo.
La vida sí da segundas oportunidades y ahora lo sabes.
¿Enfermeras coquetas? Por favor, no insistas, no me interesa.
El sonido de las sirenas ahora aterra.
Tantos yesos y tener que ver la cruel luz del día directo a la cara.
-Ojalá fuese de noche.
Que te vean débil es horrible.
¿Amigos? sí, algunos.
¿Dinero? Despilfarrado para evitar salir en las noticias.
Coimear al coronel, al capitán, a los chupes y a las conchas de sus madres también.
Por suerte conozco un par de delincuentes que son leales.
Por suerte borraron las huellas.
Por suerte, los bomberos no pidieron tajada.
Por suerte, ya sirve esta torpe mano derecha, puedo escribir, puedo saludar, podría estrechar tus manos, podría acariciar tus cabellos.
Rumbo hacia la salida con pánico escénico.
La neblina me calma, la neblina me oculta, la neblina maquilla mis golpes de las miradas curiosas.
Como diría Cerati (que aún no despierta).. Gracias por venir.



miércoles, 3 de abril de 2013

Chicas

8/80

Me han preguntado muchas veces por su nombre y nunca se los digo.

Ni a la mujer -no familiar- más importante en mi vida se lo he dicho.
Ni el día en que tuve a la mujer de mi primer cuento completo y concreto. No le dije su nombre ni a cambio de sus mejores movimientos oclusales sobre mis labios, ni a cambio de sus cien grados de temperatura envuelto en papel regalo de piel color manjar y chocolate en pleno verano, ni a cambio de su íntimo secreto, ni a cambio de su flor de porcelana.
Jamás he podido decir su nombre ni cuando le escribo cartas que no envío.
Ni a mi maestra, ni a mi ladrona, ni a mi enamorada que no sabe que un día alguien como ella existió.
Lo que sí hago con ella es jugar con los trocitos de su nombre y su apellido entonces salen combinaciones muy bonitas, tan bonitas como sus pechos de árboles frondosos y sus piernas de nieve europea.
Las combinaciones muchas veces resultan en nombres que sí existen. La llamo Alicia por lo general, pero a veces me sale Alondra, Antoinette o Albania.
La verdad es que su nombre es muy común, debo haber conocido unas cinco mujeres con su nombre, otras diez con su segundo nombre y veinte con su primer apellido. A pesar de que su segundo apellido es algo más rebuscado, nunca he conocido a nadie como ella.
Es ella la protagonista del cuento que nunca quise olvidar, ni cerrar, ni partir, ni botar hasta sentir que todo esté consumado.
No quiero que esto se confunda, es evidente que nunca seremos pareja, nunca firmaremos papeles, nunca caminaremos de la mano por la calle, nunca le cantaré canciones de Andrés, nunca le tocaré la armónica, nunca le prepararé el único plato que he aprendido a cocinar, nunca le presentaré a mi familia en Amazonas -aunque quizás sí a la de Arequipa-.
Es cierto, yo pienso que nunca sucederá nada de eso, pero estoy seguro de que en un punto de nuestras vidas, nuestras almas quebradas y punzadas se fundirán por lo menos por tres horas en un único ser. Estoy seguro, tan seguro como de las galletas morochas que comí hace 3 meses. Yo sabía que sucedería, cuando el deseo es muy fuerte tarde o temprano termina ocurriendo. En este caso el deseo es doble, aunque ella nunca lo vaya a reconocer verbalmente.
Cuando esto ocurra, recaerá la maldición sobre mi de no querer nunca más tocar el cuerpo de otra mujer que no sea el de ella. Estoy seguro de que nuestras pieles fueron hechas pensadas para no estar separadas ni un solo segundo envuelto de caramelo con dulce de leche. No tengo otra explicación del magnetismo que hay en mis manos y mi boca cuando la tengo cerca. No sé si ella será consciente de ello, sólo sé que teniendo la oportunidad de frenar cada uno de aquellos instantes nunca lo hizo, por el contrario los aceleró hasta sacarme de mis límites de control -quizás- sin darse cuenta.
Sólo pido tres horas sin nadie más al rededor, y los dos seremos tan obsesos y obscenos que a pesar de vivir el resto de nuestras vidas separados, sentiremos que estuvimos hechos para jamás salir de la habitación. La escena será tan artísticamente morbosa que el pudor se evaporará con olor a lilas y cerezos. Estoy seguro porque con un dedo en su hombro siento la energía de un relámpago recorriendo nuestros seres y soy capaz de ver como cada uno de sus poros se despierta de un letargo del cual ni ella misma es consciente.
Estoy seguro, lo firmo tal cual, lo dibujo y lo dejo por escrito mientras busco más pedazos de su corazón en mi bolsillo izquierdo imaginando que ella no tiene ni pizca de idea que el mío yace enterrado entre sus colmillos seductores.




martes, 2 de abril de 2013

Me estás atrapando otra vez

59/80

Por más madura que seas, por más fría y calculadora que puedas volverte, por más anti-emocional que te hayas esforzado por verte siempre va a existir un ser humano capaz de hacerte olvidar de todas tus reglas, convicciones, principios, odios y rencores.
Esa persona tiene literalmente tu vida en sus manos y si tienes mala suerte, no lo sabe (o no le importa).
Tal vez si lo supiera (o le importara), volvería a tu lado 1 o 2 veces al mes para obsequiarte un poco de sus fluidos vitales.
Siempre lo he comparado como el dueño (o la dueña) de un perro (o una perra) que nunca pudo entrenar.
El dueño (o la dueña) se pasó probablemente noches enteras tratando de enseñarle a su perro (o a su perra) a hacerse el muertito, a girar hacia su derecha, a comportarse en la presencia de otros animales,  a bañarse con agua fría y otros trucos y formalidades sin mucho o nada de éxito.
El dueño (o la dueña) no tendría motivos para querer a ese terco (o terca) animal para siempre a su lado, pero el perro (o la perra) tiene toda la razón del mundo en extrañar por siempre a su dueño (o a su dueña).
Si el dueño (o la dueña) tuviera buen corazón, luego de que el perro (o a la perra) se escape o luego de soltarlo, lo visitaría una vez cada 24 días para darle alguna de las cosas que sabe que más le gustan: Ya sea en carne, ya sea en líquido, ya sea en almidón y azúcar  y este (o esta) le correspondería con un inquietante movimiento de cola, sobreexcitado por tener de nuevo a su dueño (o dueña) cerca.
Todos somos el perro (o la perra) de alguien.
Así lo niegues, sabes que es verdad.
Todos tenemos un dueño (o una dueña) y por más entrenados que estemos por alguien más que haya intentado domesticarnos, por algún intruso (o intrusa) más, por algún esperpento (o esperpenta) más, por algún buen hombre (o buena mujer) más, siempre (SIEMPRE) que aparezca el dueño (o la dueña) estaremos a sus órdenes sin importar la situación o condición.
Somos dueños del destino de algún corazón aunque no lo sepamos.
Somos perros (o perras) de alguna persona en algún lugar del mundo, y si esta persona apareciera nos atraparía otra vez (aunque no lo sepa).
Sin embargo, hay una situación relativamente bonita que se puede dar en estos casos: Ser perro (o perra) y dueño (o dueña) de la misma persona..
Creo.
La verdad no estoy seguro de la belleza de esa situación.
Cuando esto ocurre, sabes que te van a volver a atrapar o que tu serás quien lo (o la) atrape.
Pues aunque todos te adviertan, nunca dirás que "no".