lunes, 17 de junio de 2013

Alta suciedad

38/80

Por la casa de mi madre vive un patita que siempre que estoy caminando por esas calles me mira con cólera. Es como si le debiera algo importante, me mira realmente con furia directo a  los ojos. Es curioso porque haga lo que haga me lo cruzo casi siempre que paso por ahí y yo nunca paso a la misma hora, no tengo horario ni días repetidos para visitar a mi madre. Es como si me esperara y a propósito decidiera caminar en dirección opuesta a mis andares. Me cruza a velocidad siempre mirándome a los ojos, muy fijo, muy rígido, muy salido de sus casillas.

Es una persona de apariencia normal, con ropa que pareciera de marca, pero que no lo es. Calculo que me gana en edad por 1 o 2 años. No creo que sea menor que yo, tiene ojeras y el hecho que sea más alto que yo por 5 o 7 centímetros le da una sensación de adultez o de adulterio. Es extraño, no sé quién es aunque se parece a alguien que no recuerdo bien. Tez clara, contextura más gruesa que la mía, cabello ensortijado y no tan oscuro. En la oscuridad no distingo más detalles, pero su piel no parece ser limeña. Que no se me malentienda, pero la piel limeña es distinta, no es tan clara o tan brillosa. Su piel es como de provincia, parece del norte, podría apostar a que viene del norte o por lo menos ha vivido varios años por allá.

Cada vez que camino, me cruza y  me mira con rabia, furia, rencor. Yo le devuelvo la mirada directo a los ojos con los míos bien abiertos como búho de madrugada, muy serio. La verdad es que me da cólera que me mire así, pero más cólera me da que siempre me encuentre en un estado light, en un estado tranquilo, sereno, pacífico, meditabundo, relajado.

Como me gustaría que un día me encuentre enojado. Un día que me haya peleado con alguien, con el gerente, con el vigilante, con mi mejor amigo, con mi perro, con mi vecina, con su mamá, con Anna, con mi computadora, con mi proyecto, con mi profesor, con mi algoritmo, con el cura, con la monja, con M. Jackson, con Andrés. Como quisiera que me encuentre luego de haber discutido o que esté pensando en alguna cosa que me haga hervir la sangre y esté con la cabeza a punto de reventar. Espero sinceramente encontrármelo en un momento así, lo deseo de corazón, lo merezco.

Un día me va a pasar algo o voy a recordar algo que me de tanta cólera justo antes de encontrármelo por la calle entonces no voy a pasar de largo por su costado, no, nada de eso. Voy a ir directamente hacia él y le voy a meter un golpe tan fuerte y tan duro directo al pómulo derecho que lo voy a tumbar al piso. Le voy a meter un viaje tan duro que de un único golpe le voy a haber reventado la cara. Le voy a dejar el rostro morado, tan morado como mi apellido. No contento con eso le voy a patear un par de veces en el suelo. En el piso me voy a acercar y lo voy a ver directamente a los ojos mientras que con mi rodilla le voy a ir aplastando una de sus manos contra el pavimento. Con los dientes apretados pero con la boca cerrada lo miraré a los ojos y comenzaré a golpear la acera muy cerca de su oreja derecha con furia, con rabia contenida, gritándole a todo pulmón en la madrugada: "Conchadetumadre, yaséquiéneres, ¿ytieneslaostrademirarmeasí? ¿ytieneslaputaconchademiramedeesaforma? hijodeputaagradecequeestoysoloyquenoestánmisamigos, sinoteregresaríaatubarriomarginalenunacamillaconagujerosenelpecho."



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