miércoles, 30 de marzo de 2011

Barquitos de papel (sin editar)

Yo hacía barquitos de papel a los cinco anhos de edad en una casita con techo de calamina.
Sonhaba día y noche con tus dedos finos y suaves de princesa medieval.
Ideaba y armaba una ciudad lejana a mi Lima querida.
Elaboraba planes infinitos con la paciencia única de un ninho que no le teme al tiempo ni a la soledad.


La tormenta rugía y el granizo hacía temblar la calamina mientras yo seguía con mis barquitos de papel.
Imaginaba desde chiquillo que me escapaba en esos barquitos.
Me visualizaba navegando por los canaletes de una calle sin asfalto y sin personas.

Así llegaba la noche y la calle se poblaba de cientos de barquitos de papel
multicolores y de diversos tamanhos.
Muchos barquitos no lle
garon a su destino final, muchos de ellos se atoraron en drenajes y piedras mal ubicadas.
Otros barquitos se hun
dieron para siempre con el aguacero.

Recuerdo muy pocos ba
rquitos que se fueron más allá del alcance de mi vista -quizás a otro ciudad, o quizás llegaron al mar-.
Yo jugaba con barquitos
de papel por que no tenía con quien jugar.
Viajaba en los barquitos
tratando de llegar a alguna isla en medio de la ciudad donde me esperara alguna otra alma similar -una princesa medieval, una princesa de verdad-.

Cada vez que voy al mar -ahora- no puedo evitar que vuelva a mi cierta nostalgia
por los barquitos de papel abandonados a lo lejos.
Veo millones, y me pregunto quien los habrá construido y si habrá conseguido el propósito que yo anhoraba.
Cuando voy al mar y me
pongo mi chaleco naranja no puedo evitar alejarme de la companhía para estar unos instantes sólo con esos barquitos de papel de almas como la mía.

Me libero de la mano que me tiene prisionero -a veces es una mano amiga-, corro hacia estribor para divisar los
barquitos de papel, y trato con desesperación de leer sus nombres.
Si un día logro encontrar mi nombre en uno de ellos, sabré que a
lguna vez ella -princesa medieval- me buscó.
Conservo dos barquitos de papel que nunca solté en el aguacero y se los regalaré cuando la encuentre: a ella .. ella! .. una ninha tan loca y sonriente como yo.




PD: Una princesa medieval no es un apodo manoseado más. Una princesa medieval es como un vendaval de sinceridad y bondad, es una sonrisa luminosa en medio de una noche en altamar.

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