viernes, 9 de septiembre de 2011

(Sin Asunto) [1]

Un día escribí en la banca naranja de un estacionamiento pequenho a las afueras de un supermercado, mientras tomaba una Inca Kola esperando a una personita que venía con cinco minutos de retrazo, cuatro palabras de justificación, y tres cucharaditas de besitos contenidos:

"Alicia, ... presiento que esta es la última vez que harás el intento de coincidir aquí conmigo, pero me gustaría que al menos una vez vinieras a buscarme .. de noche."

Hace un par de meses me negaba a cerrar este capítulo, pero hoy que ya no sé nada de ella -ni del supermercado, ni de la Inca Kola-, lo he cerrado en una caja fuerte, he tirado la llave al mar, y le he prohibido a mi cabecita llena de espinas recordar las coordenadas de su ubicación. Se pierde de esta forma una de las tres llaves de su corazón. Ella está a salvo y -quizás- yo también.


En los momentos de crisis sólo la imaginación es más importante que el
conocimiento.
(A.E)


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